LA MARAVILLA DEL MUNDO
El Sacro Imperio Romano Germánico apenas había alcanzado el sur de Italia hasta el matrimonio de Enrique VI, hijo del emperador Federico I Barbarroja, con Constanza de Hauteville, heredera al trono normando de Sicilia.
Los normandos habían llegado al sur de Italia en el s. X, primero en calidad de peregrinos que regresaban de Jerusalén, y más tarde contratados como mercenarios por principados rivales y para luchar contra los musulmanes en Sicilia. De la unión de Enrique y Constanza nació uno de los personajes más interesantes de la Europa medieval, Federico II (1194-1250).
Coronado emperador en 1220, Federico era un alemán diferente. Habiendo crecido en el sur de Italia, consideraba Sicilia su territorio natural y abandonó los estados alemanes a su suerte. Guerrero y estudioso, fue un gobernante progresista con vocación absolutista. Aunque concedió libertad de culto a musulmanes y judíos, no resultó del agrado de todo el mundo, ya que su ambición final consistía en situar toda Italia bajo el yugo imperial.
Poeta, lingüista, matemático, filósofo y muy versátil, Federico II fundó una universidad en Nápoles y promovió la expansión de la enseñanza y la traducción de tratados árabes. Desde sus primeros días al frente del Imperio, fue conocido como Stupor Mundi (Maravilla del Mundo) por sus extraordinarios talentos, energía y destreza militar.
En 1228-1229 se vio embarcado a su pesar en la Quinta Cruzada (más marcada por la negociación que por las armas) en Tierra Santa, bajo pena de excomunión; al regresar a Italia, las tropas papales invadían el territorio napolitano.
Tras ahuyentarlas rápidamente, concentró su atención en el control de la compleja red de ciudades-Estado del norte y centro de Italia, donde encontró aliados y numerosos enemigos, en particular la Liga Lombarda.
Siguieron años de batallas inciertas, a las que ni siquiera su muerte en 1250 puso fin. Varias veces estuvo a punto de tomar Roma y las campañas continuaron hasta 1268 con sus sucesores: Conrado IV (muerto en 1254 tras la toma de Nápoles), Manfredo (que cayó en la batalla de Benevento en 1266) y Conradino (capturado y ejecutado dos años más tarde por el francés Carlos de Anjou, que entonces controlaba Sicilia y el sur de Italia).
Fue entonces cuando Pedro III de Aragón conquistó Sicilia (1282), lo que dio inicio a un largo período de dominio catalano-aragonés en Italia.