De las muchas tribus surgidas a lo largo de la Edad de Piedra en la vieja Italia, la de los etruscos dominó la península alrededor del S.VII a.C.
Etruria
Etruria se componía de urbes-Estado reunidas, sobre todo, entre los ríos Arno y Tíber. Entre ellas se encontraban Caere (la presente Cerveteri), Tarquinii (Tarquinia), Veii (Veyes), Perusia (Perugia), Volaterrae (Volterra) y Arretium (Arezzo).
El nombre de su territorio se conserva en el término Toscana, donde se ubicaba y todavía se sostiene el grueso de los asentamientos.
Gran parte de lo que se sabe del pueblo etrusco se ha deducido desde objetos y pinturas desenterrados en sus cementerios, singularmente en Tarquinia, cerca de Roma.
Persiste la discusión sobre si los etruscos habrían llegado de Asia Menor; conversaban y escribían en un idioma apenas descifrado en nuestros días. Eran temibles guerreros y marinos, aunque carecían de cohesión y disciplina.
La Magna Grecia
En la época en que los etruscos dominaban el centro de la península italiana, los mercaderes griegos se instalaban en el sur de la península en el S. VIII a.C., erigiendo una serie de ciudades-estado independientes en la costa y en Sicilia, que en su conjunto se conoció como Magna Grecia.
Prosperaron hasta el S. III a.C. y las ruinas de los templos dóricos del sur de Italia (Paestum) y Sicilia (Agrigento, Selinunte y Segesta) atestiguan el esplendor de la civilización griega en Italia.
Los intentos de los etruscos por conquistar asentamientos helenos fracasaron y apuraron su declive, si bien la sentencia de muerte tendría una procedencia inesperada: la sucia si bien próspera urbe latina de la ciudad de Roma.
La fundación de la ciudad de Roma
Perdidos en el mito se hallan los orígenes de la ciudad primigenia de Roma, la historia legendaria de Roma comienza en Troya o al menos así es como los padres romanos explicaban a sus hijos el origen de la patria. Y es así como inician sus historias romanas Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso, tomando como referente la leyenda.
Junto al poeta Virgilio, ambos autores constituyen las principales fuentes para conocer el nacimiento de la ciudad, que ellos describen más o menos de este modo: durante la guerra de Troya, un joven llamado Eneas logró escapar de la furia de Aquiles y Ulises ayudado por su madre, la diosa Venus. Fue a desembarcar en Italia, en la región del Lacio, donde desposó a la hija de un monarca y fundó un reino…
Ocho generaciones más tarde, una de las descendientes de Eneas, Rea Silvia, mantuvo una furtiva relación amorosa con el dios Marte. De aquel encuentro nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo. El tío de Rea Silvia, el rey Amulio, se encolerizó al oír la noticia. No quería que nadie amenazara el trono de Alba Longa, que había usurpado.
Así que mandó abandonar a los legítimos herederos en una cesta entre las corrientes del río con la intención de que muriesen ahogados. Pero el canasto quedó varado en uno de los recodos del Tíber y, al oír los llantos, una loba halló a los niños y los amamantó. Los hermanos crecieron y se vengaron matando a Amulio, para regresar luego al lugar que les vio renacer. En aquel recodo del río donde la cesta fue a encallar, Rómulo y Remo fundaron Roma el 21 de abril de 753 a. C.
Hay un punto en que historia de leyenda y también historia se mezclan. Diríase que 7 reyes prosiguieron a Rómulo y cuando menos 3 fueron gobernantes etruscos históricos.
No hay que dar demasiada importancia a la datación tradicional de la construcción de la ciudad a mediados del siglo VIII a.C. Los restos arqueológicos demuestran que la ciudad se asentó muchos siglos antes del periodo que tradicionalmente se considera la fundación del Imperio Romano.
Por otro lado, no fue hasta mediados del siglo VII a.C., más de un siglo después de esta fecha tradicional, cuando se puede hablar de una urbanización decisiva que definió los cimientos de la ciudad-estado. La zona que va desde la bahía de Nápoles hasta la desembocadura del Tíber estaba habitada por los latinos, uno de los pueblos italianos.
El consenso general es, hoy en día, que Roma fue fundada por Tarquinio Prisco, y que la ciudad no puede haber existido antes del 600 a. C. En el 509 a.C., ciertos nobles latinos descontentos expulsaron de la ciudad de Roma al último rey etrusco, Tarquino el Soberbio, una vez que su precursor, Serbio T., llenase el Senado de aliados y también introdujese reformas ciudadanas que minaron el poder de la aristocracia.
Hartos de Monarquía, los nobles crearon la República Romana. En siglos siguientes, esta enana ciudad latina terminaría por transformarse en la mayor potencia de Italia, desterrando progresivamente a los etruscos, cuyo idioma y cultura habían desaparecido en el s. II d.C.
Veamos como ocurrió:
Latinos y Sabinos
El mayor y más poderoso de estos grupos era el legendario Alba Longa, probablemente uno de los pocos jóvenes de esta zona que decidió trasladarse al norte. Probablemente se les unió una fuerza expedicionaria de sabinos de la misma sangre y origen que los latinos. Se establecieron a unos 20 km de la desembocadura del Tíber.
La arqueología no nos dice mucho sobre cómo los primeros romanos organizaban su sociedad.
Lo que sí sabemos, aparentemente, es que los latinos y sabinos establecieron pequeñas colonias junto a etruscos en ciertos lugares. Su función parece haber sido la de abastecer a sus barcos mercantes. Al mismo tiempo, los latinos y los sabinos empezaron a construir cabañas en los montes Palatinos, utilizando barro y ramas de árboles para evitar la corriente de los ríos.
Compartían una lengua común, costumbres religiosas y posiblemente mujeres. Después de Palatino se fueron asentando los montes de Esquilín y Quirinal.
El comienzo de Roma
¿Cómo llegó a ser tan próspero este pueblo de latinos, sabinos y etruscos?
Puede que no lo sea. Es posible que haya desaparecido como resultado del conflicto entre los tres pueblos. Pero no fue así. La arqueología no puede decirnos mucho sobre cómo los primeros romanos organizaban su sociedad. Según la tradición, la ciudad estaba dividida en tres tribus: los latinos, los sabinos y los etruscos.
Cada tribu tenía diez curias (distritos). Y cada una de estas curias estaba formada por diez clanes (genentes) (cada clan tenía un antepasado común). Varias familias formaban un clan, y el jefe de cada clan era un paterfamilias (jefe del clan). Así llegamos a la conclusión de que la base de la sociedad romana no era el individuo, sino la familia y, en consecuencia, el cabeza de familia.
Los romanos debían una lealtad absoluta a sus antepasados y tenían en gran estima la figura del padre. Ejercía una autoridad absoluta (patria potestas) sobre su esposa, hermanos menores, hijos y sirvientes. Incluso tenía poder sobre la vida y la muerte de estos.
La segunda etapa fue la creación de una «elección de consejeros«. Se trata de una reunión bianual de representantes en la que los consejeros participan en debates sobre todos los aspectos de la sociedad. Todos tenían el mismo derecho a votar. La decisión se tomó por mayoría. A ello contribuyó también la imagen del rey como guerrero y sacerdote, y como monarca campesino.
La principal preocupación de los romanos de la época era no ofender a los dioses. Para mantener la pax deorum (el favor de los dioses) realizaban innumerables rituales. Pero si alguien podía tender un puente entre los mortales y los dioses, era el monarca. Estaba dotado de poderes especiales inaccesibles para los demás ciudadanos.
A pesar de sus poderes civiles y militares (legislador, jefe del ejecutivo, juez supremo, entre otros) sólo era un «representante» del pueblo. Hay que imaginar que los primeros reyes romanos no eran seres supremos, sino parientes dotados de cierto poder para interpretar la voluntad de los dioses (mensajes de los dioses a través de los pájaros, las nubes y las tormentas…)
Después de contribuir a la sociedad, se dedicaron a la agricultura y a la siembra de semillas.
A medida que la población crecía, el monarca necesitaba ayuda. Así nació el Senado. El senado era un consejo formado por los 100 parientes más importantes, cuya tarea era asesorar al monarca (aunque luego se hizo más poderoso).
Además, impulsó la formación de un ejército estable compuesto por 100 soldados de infantería (1 centuria) y 10 de caballería (1 decuria) de cada una de las 30 curias y se formó la primera legión romana, la legionaria, con un total de 3.300 soldados.
De una aldea a un pequeño imperio
Cuando los antiguos romanos hablaban de los orígenes de su patria, sólo lo hacían de los logros de los cuatro primeros reyes: Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio y Anco Marcio.
Los tres reyes siguientes (Tarquinius Priscus, Servius Tullius y Tarquinius el Soberbio) fueron rechazados por su origen etrusco. Sin embargo, tras la llegada de los monarcas etruscos, la ciudad adquirió una clara identidad como ciudad romana.
La burguesía etrusca aumentaba sus arcas gracias a los negocios que los reyes se aseguraban en cada campaña.
Bajo los cuatro primeros reyes, los romanos crecieron arrebatando territorios a sus vecinos del este (sabinos), del norte (etruscos) y del sur (latinos).
En Roma, todo conservaba su carácter rústico. Así fue hasta que la cultura etrusca entró en el Senado, una institución desacreditada. Las guerras con los países vecinos estimularon el desarrollo de la industria, y en este ámbito los etruscos no tuvieron rival.
Carpinteros, constructores, herreros y artesanos llegaban de toda Etruria y hacían que la ciudad fuera bulliciosa y activa. El número de tiendas y negocios aumentó y los campesinos decidieron trasladarse a las ciudades.
También hubo una gran afluencia de esclavos procedentes de las tierras conquistadas. Esto llevó a la creación de los plebeyos, llamados plenos, un gran número de extranjeros que no tenían derecho a voto. Estos plebeyos desempeñarían un papel crucial bajo el quinto rey.
Con el apoyo y la riqueza de la nueva «burguesía» etrusca, ascendió al trono. El nuevo monarca reconstruyó la ciudad en un «estilo» etrusco más refinado. Construyó palacios y colocó muchos adornos en torno a sus actividades. A diferencia de sus predecesores, abandonó sus obligaciones religiosas y se dedicó a la política y a la guerra.
El espacio urbano también cambió. Se ensancharon las calles de la ciudad, se pavimentaron las carreteras para separar las zonas vecinas y se demolieron gradualmente los grupos de casas de madera que se habían urbanizado.
El pueblo estaba satisfecho con su nuevo monarca. Las arcas de la burguesía etrusca crecían cada vez más, ya que el rey les traía negocios en cada expedición. Pero la revolución era tan contraria al conservadurismo del senado que éste no pudo resistir la popularidad de Tarquino Prisco y lo derrocó mediante el asesinato.
Su sucesor, Servio Tulio, consiguió el apoyo del pueblo llano e instituyó las grandes reformas políticas y sociales que iban a mantener el orden en Roma para siempre.
Servius no sólo reestructuró el ejército, duplicando su tamaño, sino que también abandonó la antigua práctica de dividir la ciudad en 30 curias y basó el ordenamiento en la propiedad.
En aquel momento en Roma debían vivir más de 100.000 personas, pero no todas tenían el mismo poder adquisitivo.
La mayoría de los nuevos ricos, que habían financiado las guerras y la construcción de grandes ciudades, no podían ni siquiera presentarse a la elección en las elecciones de curias. Así que Servius concedió la ciudadanía romana a todos los que vivían en Roma, convirtiendo a 30 curias en cinco clases.
En las nuevas elecciones (que ahora se denominan elecciones centuriadas no curiadas) el valor del voto ya no era igual.
Si los más ricos votaran en masa, obtendrían la mayoría. El Senado no podía hacer nada al respecto. El pueblo llano estaba contento porque el poder en Roma estaba en manos de la «gran industria» y, además, no tenía que preocuparse por el trabajo. ¿Se quedaría el Senado de brazos cruzados sin hacer nada?
En el camino hacia una república
No parece que sea así. Al igual que su predecesor, el Senado preparó a Servio Tulio para una jubilación anticipada. Pero los antiguos senadores se equivocaron eligieron apresuradamente a Tarquinio, el asesino del rey, para sentarse en el trono.
Lucio Tarquinio el Soberbio, parecía disfrutar de la libertad de matar a sus oponentes políticos en el Foro, valoraba la guerra por encima de todo. Y lo hizo bien.
La Legión siguió aterrorizando la región adyacente a Roma, y el número de tierras conquistadas aumentó constantemente. En esta época ya se habla de un pequeño «imperio» romano que incluía el río Sabina, todo el mar Tirreno y las colonias etruscas del sur hasta Gaeta. No cabe duda de que el golpe de Estado puso fin a la monarquía, ya sea por su absolutismo o por su indiferencia ante los problemas internos.
Por otro lado, en Roma los centuriones relegaron a la antigua corte a un papel puramente secundario. La aristocracia latina y sabina sólo realizaba ritos religiosos y nada más. Tras las reformas de los reyes etruscos, la riqueza primó sobre el linaje en la escala de la sociedad romana. Tarde o temprano el odio acumulado en Roma de los sabinos-latinos iba a estallar.
Y cuando lo hizo, comenzó el ataque a los «invasores» etruscos, marcando el fin de la monarquía. La lucha entre la antigua aristocracia y la rica burguesía creó tal vacío de poder que Roma fue atacada primero por Chiusi, una de las ciudades etruscas más poderosas de la época, y luego por otras ciudades.
En el 509 a.C. se estableció una república y el Rey tradicional desapareció por completo. Pronto Roma fue como un lobo herido que se niega a morir. Privada de sus territorios conquistados por la monarquía, se vio obligada a empezar de cero. Pero se desarrollará y lo hará con más fuerza que nunca…