EL AUGE DE LAS CIUDADES ESTADO
Mientras que el sur de Italia tendía a los gobiernos centralizados, en el norte ocurría lo opuesto.
Urbes portuarias como Génova, Pisa y en especial Venecia, así como núcleos del interior como Florencia, M., Parma, Bolonia, Padua, Verona y Módena, se mostraban poco a poco más arrogantes frente a la injerencia de los emperadores del Sagrado Imperio.
La creciente bonanza de las urbes y su independencia asimismo provocaron enfrentamientos con Roma, que se veía cada inútil de ejercer repercusión sobre ellas; en verdad, el control sobre ciertos de sus Estados Pontificios fue en ocasiones cuestionado. Atrapadas entre el papado y los emperadores, no es de extrañar que estas urbes-Estado no dejasen de mudar de aliados, con tal de administrar mejor a sus intereses.
Entre los ss. XII y XIV se desarrollaron nuevas formas de gobierno. Venecia adoptó un sistema oligárquico parlamentario en un intento por lograr una democracia limitada. Lo más usual era que la urbe-Estado crease una comune (municipio), una forma de gobierno republicano dominado al comienzo por aristócratas, mas entonces poco a poco más por las adineradas clases medias. Las familias acomodadas pronto trasladaron su atención desde la rivalidad en los negocios cara las luchas políticas, en las que cada uno de ellos aspiraba a ganar el control de la signoria (gobierno).
En ciertas urbes, grandes dinastías como los Médicis en Florencia y los Visconti y Sforza en M. llegaron a dominar sus respectivos escenarios. La guerra entre urbes-Estado era una incesante y por último unas pocas, sobre todo Florencia, M. y Venecia, surgieron como potencias regionales y absorbieron a sus vecinos. Su poder se fundamentaba en una mezcla de comercio, industria y conquista. Las conjunciones de poder y las coaliciones oscilaban continuamente, haciendo que sus cambios de destino fuesen una regla más que una salvedad. De todas y cada una, quizás la de mayor estabilidad y éxito fue Venecia.
En Florencia, la prosperidad se fundamentaba en la industria de la lana, las finanzas y el comercio. En el extranjero reinaba su moneda, el firenze (florín). En M., la familia Visconti destrozó a sus contrincantes y extendió su control sobre Pavía, Cremona, y más tarde Génova. Giangaleazzo Visconti (mil trescientos cincuenta y uno-mil cuatrocientos dos) hizo que M. pasase de urbe-Estado a fuerte potencia europea. Las políticas de los Visconti (hasta mil cuatrocientos cincuenta), seguidas de las de la familia Sforza, dejaron que M. extendiera su poder hasta la zona de Ticino en Suiza y al este, hasta el lago de Garda.
El área de repercusión milanesa encontró con la de Venecia. Cara mil cuatrocientos cincuenta, la urbe de la laguna había alcanzado su punto culminante de grandiosidad territorial. Aparte de sus posesiones en Grecia, Dalmacia y más allí, Venecia había crecido cara el interior. El estandarte del león de San M. ondeaba por todo el nordeste de Italia, desde Gorizia a Bérgamo. En el sur, Nápoles era conquistada en mil cuatrocientos cuarenta y dos por A. V de Aragón, que afianzó el Reino de Nápoles, asimismo llamado de las 2 Sicilias, bajo dominio de España a lo largo de los siglos siguientes.
Estas urbes activas, de mentalidad independiente, fueron terreno fértil para la explosión intelectual y artística que tendría sitio en el norte de Italia en los ss. XIV y XV; explosión que se conocería con el nombre de Renacimiento y que supondría el inicio del planeta moderno. De todas y cada una , Florencia fue cuna y trampolín de esta febril actividad, en parte merced al espléndido patrocinio de la familia Médicis, que rigió a lo largo de largo tiempo.